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Participacion juvenil
Con relación a lo juvenil la interpretación y promoción de la participación y organización ha tenido múltiples abordajes que parten o por lo menos reflejan una forma distinta de asumir el ser joven. Una de las perspectivas ha considerado la juventud como un período preparatorio, los jóvenes así son considerados como adultos en formación en donde se prepara a personas en desarrollo para alcanzar apropiadamente el status adulto como su estado ideal y "terminado". Así desde esta perspectiva se evidencia un vació de contenido y de sentido de ser joven como tal, y en esa medida la participación y organización juvenil son un escenario de formación para que los jóvenes aprendan a vincularse satisfactoriamente al mundo adulto.

El reduccionismo del paradigma de etapa preparatoria surge como una postergación de los derechos de los niños y jóvenes, al considerarlos carentes de madurez social e inexpertos, como quien adolece de algo pero esta pronto a superarlo, de esta manera se les niega el ser sujetos sociales y todas las intervenciones que se realizan tienden a modelos educativos para lograr la tan necesaria formación y capacitación para que logren ser lo que aun no. Esta perspectiva en su extremo vacía la participación y organización juvenil de un significado y un propósito en si mismo, aunque sin embargo en la mayoría de planes, programas y proyectos institucionales al respecto esta es uno de los propósitos claves y es valido en la perspectiva de construir ciudadanía. Sin embargo esta perspectiva para interpretar la juventud favorece la visión del periodo como una edad difícil, problemática que es leída a partir de su visibilización como drogadictos, embarazados, desertores del sistema escolar y en este sentido todo tipo de intervención se centra en la prevención y atención de estos "peligrosos" problemas que viven los jóvenes.

Por otro lado los jóvenes vienen siendo vistos como actores protagónicos para el desarrollo considerando su gran representatividad demográfica, por ejemplo el Banco Mundial (1996) reconoce la importancia de incrementar la inversión en el capital humano de las personas jóvenes para contribuir a la emergencia de destrezas y capacidades que les permitan actuar de formas nuevas para fortalecer el capital social, lo cual a su vez evidencia la participación y organización juvenil como una estrategia para la construcción de capital humano “a futuro”.

Sin que las demás formas de interpretar la juventud desaparezcan, en la segunda mitad de este siglo se crean las condiciones para establecer, de modo claro y explícito, que los niños y adolescentes tienen derecho a la ciudadanía, lo cual se concreta en la Convención de los Derechos del Niño y luego en los códigos o leyes de niñez y juventud que cada país ha venido adoptando. Dentro de esta perspectiva el concepto de ciudadanía se ha venido modificando y tomando matices muy diversos, ya no se trata sólo de la ciudadanía formal de ejercer el derecho al voto a partir de los 18 años sino que se da importancia las prácticas sociales entre el Estado y los actores sociales que dan significado a la ciudadanía.

Desde esta perspectiva hablar de ciudadanía en la juventud es hablar de múltiples ciudadanías que han venido emergiendo de maneras que desde la informalidad se constituyen en aportes sociales fundamentales. es decir, los jóvenes han venido ejerciendo su ciudadanía quizás no a través del voto, quizás no en la conformación de partidos políticos tradicionales, es decir han diseñado diversas formas de ejercer la ciudadanía desde sus culturas, su arte.. etc, pero no por esto de una forma desvinculada de su contexto, aunque esto no sea muy visible de esta manera. Esto sugiere entonces que los y las jóvenes ejercen su ciudadanía en otros escenarios y otras maneras no formales, por que quizás las institucionalizadas coartan su forma de ser y habitar el mundo.

Es claro pues que para el caso de la participación juvenil, es necesario en principio que a los jóvenes les sea reconocida su condición de ciudadanos con todo lo que ese escenario implica, en este sentido, Abad sostiene que la “visualización, reconocimiento y legitimación en la escena pública, demanda formas de participación ligadas al ejercicio de una ciudadanía específicamente juvenil, en la cual los jóvenes se empiezan a reconocer, y a la vez inciden para ser reconocidos por la sociedad, con unos derechos e intereses distintos a los de los niños, los adolescentes y los adultos” y por tanto es evidente que pensar, legislar y promover la participación y organización juvenil requiere de un matiz distinto al de la participación y la organización social en general, pero no desligada de estas y mucho menos como una etapa transitoria para convertirse o acceder a ellas.

La participación juvenil no sólo requiere ser entendida desde su relación de empoderamiento respecto del sector adulto, sino que deben reconocerse las formas propias de empoderamiento que construyen y las transformaciones que se han dado en la expresión de los contenidos de la participación juvenil que se basan las identidades, orientaciones y modos de actuar juveniles, los cuales son un énfasis en la relevancia de ciertas características, pero que no son necesariamente contrarias o absolutamente distanciadas de los objetivos y las motivos de la participación en general.


En este aspecto es destacable que los escenarios también son distintos. Es decir los jóvenes participan en torno a intereses concretos como festivales de arte, movimientos culturales o artísticos (Rock o hip hop por ejemplo) y es en estos escenarios donde desarrollan concertaciones, sientan posición y generan alianzas y en ultimas construyen el mundo, y no como un mundo juvenil (distinto al mundo en general) sino con aportes concretos a su contexto que quizás en muchas ocasiones no son totalmente dimensionados incluso por ellos mismos; y por otro lado están los procesos de participación en mecanismos institucionalizados que no siempre cuentan realmente con la legitimidad juvenil que los respalde y los proyecte a su entorno de una manera eficaz.

Para los jóvenes el sentido de lo colectivo es muy importante, puesto que, el sujeto social joven se caracteriza por la interacción entre iguales. Las agrupaciones son un escenario privilegiado en el que los y las jóvenes consolidan una identidad tanto individual como colectiva. Para la participación ciudadana las actuaciones colectivas posibilitan una gestión más efectiva en lo que a lo político se refiere, esto no quiere decir, que la dimensión política solo se presenta en las actuaciones que se refieren a los ciudadanos frente al Estado, sino que por el contrario, esta es una condición de todos los individuos, en tanto que actúan que interactúan con otros, y esta condición de lo colectivo se encuentra presente de una manera más fuerte en los jóvenes.

Los y las jóvenes se juntan y despliegan formas de agrupamiento con códigos y estilos propios. Transitan por instituciones (familia, escuela, iglesias), encuentran los obstáculos u oportunidades de un mundo ya modelado por otros y los sortean como pueden. En esas interacciones van organizando su mundo interno, su subjetividad. Pensarse y organizar ese mundo interno con percepciones y sentidos que los coloquen como sujetos depende de la posibilidad que tengan de intervenir en el diseño de pautas y normas del mundo en que viven.
Así, el sentido de la participación y organización juvenil es una apuesta por la construcción de una subjetividad independiente, por la construcción de una ciudadanía juvenil, de ciudadanías juveniles, parte activa de la sociedad.

Nuestra sociedad no es ajena al hecho de que el contexto económico social en el que se quiere problematizar la participación de los jóvenes es un dato constitutivo del alcance y las posibilidades que tiene dicha participación. Jóvenes sin acceso a la educación y sin competencias para acceder a un mercado de trabajo cada vez más sofisticado y competitivo, suponen una exclusión a derechos básicos sin los cuales es difícil hablar de la construcción de una ciudadanía plena. Sin embargo, el acceso a esos derechos reclama una demanda consciente de los mismos. "La igualdad de los seres humanos en dignidad y derechos no es algo dado: es una construcción de la convivencia colectiva, que requiere el acceso al espacio público. Ese acceso al espacio permite la construcción de un mundo común a través del proceso de afirmación de los derechos humanos" y las organizaciones sociales y la participación social son mecanismos para acceder a estos.

Es decir, cada vez mas se pone en evidencia el que las habilidades de la práctica democrática no se adquieren al nacer, sino que se aprenden, y que en esta medida los procesos de participación se constituyen en un promotor de la ciudadanía juvenil en el marco de un mundo ya construido pero en proceso continuo de ser moldeado en el que los y las jóvenes interactúan con otros actores permanentemente y además deben hacerlo para lograr que su accionar no se quede en esfuerzos sin impacto real.

Considerando que los procesos de participación en la mayoría de ocasiones se dan en espacios intergeneracionales es importante retomar la escala que Roger Hart elabora se plantea que la orientación adultocéntrica es una negación de la participación real de los jóvenes en tanto se refiere a relaciones de manipulación, decoración, y participación simbólica; mientras la única participación efectiva es en la que los jóvenes deciden e interlocutan en iguales condiciones con los adultos.
Los jóvenes creemos que en democracia nuestra participación activa en los asuntos generales es una
obligación que nace no sólo de la naturaleza perfectible del propio sistema,
sino del hecho de convivir en un mismo grupo que demanda para la
solución de los problemas que se le plantean, el concurso, ayuda y esfuerzo
de todos.
Queremos huir de posturas individualistas, cómodas, pasotas,
conformistas o neutrales. Defendemos una ética del compromiso. Para
nosotros, la participación en los asuntos públicos es un deber que nace de
la propia vida en sociedad. Lo común, lo público, es de todos y a todos
afecta. Por ello nuestra voz debe oírse para configurar, siguiendo unos
valores determinados, una acción de bienestar y progreso.
El grado de participación de los demócratas en los distintos asuntos
de carácter público o social general, es un síntoma claro del buen estado de
salud de cualquier régimen político. Por ello debernos combatir aquellas
prácticas del poder que impidan una amplia participación libre y voluntaria.
El éxito de tos regímenes dictatoriales, o de aquellos que devienen
autoritarios gracias al corrupto ejercicio del poder legítimamente adquirido
en origen, radica en gran medida en la manipulación del interés participativo
de la sociedad.
queremos combatir las
manipulaciones informativas; los intentos de establecer una educación que
fomente la falta de espirito critico; los procesos político-culturales
endogámicos y cerrados; el pasotismo juvenil y el conformismo como única
respuesta a las injusticias, a la inhibición social ante la acción política
general.
Juzgar a quienes participa en la política de manera activa en función
de actitudes y actuaciones impresentables de unos pocos es claramente
injusto. Aislar la actividad política del control social por el hecho de su
inaccesibilidad, su lejanía o su mala imagen, es un vicio, que fomentado
desde el propio poder socava sin duda los cimientos del sistema.
La inhibición social ante cuestiones de calado público o político en general
obstaculiza el ejercicio del poder, incluido la alternancia, pilar básico del
funcionamiento democrático, y lo que es más grave, origina a su vez la
desconfianza en el sistema, anima a la creación de alternativas de corte
autoritario, singular o revolucionario.

JOVENES Y POLITICA

El nivel de participación política de los jóvenes en Colombia no se diferencia del promedio general; sólo el 40% de la población entre los 18 y los 26 años vota en las elecciones.
En la jornada electoral de 2003, cuando se eligieron los actuales mandatarios territoriales, votaron 2.860.799 jóvenes, de los 6.982.576 habilitados para hacerlo.
Ante el inicio de la campaña electoral, la participación política de los jóvenes fue analizada en la Mesa ciudadana del Diario Occidente, donde los invitados coincidieron en afirmar que, aunque se está lejos del ideal, el interés de la población joven por los meca-nismos democráticos se empieza a despertar.
"Los procesos políticos de los jóvenes en Colombia están en la pubertad", asegura el dirigente político juvenil Jhon Mario Guerrero, quien agrega que "hay ausencia de liderazgo entre nuestros líderes, y eso ha permitido que surjan otras personas".
Para la registradora de Cali, Carmenza Lores, el aumento en la inscripción de cédulas y la participación de aproximadamente 99 mil jóvenes en las elecciones del consejo municipal de juventud demuestran que sí hay una creciente tendencia a la participación electoral por parte de la población joven.
"Los jóvenes siempre le habían cargado los ladrillos a los políticos, pero empezamos a darnos cuenta de que el papel tiene que cambiar, la idea ahora es asumir y trascender"